jueves, 29 de agosto de 2013

Visitando Museos: MFA, Boston



Visitando museos vas cogiendo ideas que te gustan, otras que no tanto y cosas que te sorprenden de uno u otro.

En este caso, el Museum of Fine Arts (MFA) de Boston fue para mi una gran sorpresa. El contenido era bueno, extenso y variado, pero eso ya lo sabía. Lo que de verdad me sorprendió fue su dedicación al público y como se piensa en él en cualquier campo dentro del edificio. Debería ser algo normal en cualquier museo ya que una de las misiones principales de éstos es dar a conocer, difundir y enseñar. Aunque, por suerte, cada vez esto se tiene más en cuenta, todavía queda mucho que recorrer y el MFA puede ser uno de los modelos en los que fijarse.

Entramos al museo. Lo primero, comprar la entrada. No es de las más baratas, 15 $, pero no es nada cara cuando te das cuenta que en ella se incluye tanto la colección permanente como todas las temporales de mayor o menor tamaño que se estén llevando a cabo en el museo (durante mi visita la principal exposición temporal era sobre los Samuráis, que finalizó el pasado día 4 de Agosto), está permitida la re-entrada durante todo el día de tu visita para poder verlo con calma, quizás salir a comer y volver a dar una vuelta más tarde. Pero lo mejor de todo es que con la entrada tienes otro acceso gratuito a las salas durante los siguientes 10 días. Así sí se disfruta un museo con calma.











El museo tiene de todos los tipos de arte que puedas imaginar. Egipcio, mesopotámico, griego, africano, asiático, del gótico a nuestros días, vídeo-arte, fotografía, mobiliario, cerámica,... y lo mejor de todo es que han sido lo suficientemente atentos con cada tipo de arte como para dedicarle a cada sala lo necesario para una mejor exposición. No tiene nada que ver la exposición de unas obras contemporáneas que los lienzos que colgaban en los grandes salones del XIX, unas vidrieras o la cerámica japonesa.















Los museos cansan, y más cuando tienen tanto que ver. Por mucho que nos entusiasmen, lo pies están locos por descansar y nuestra mente también. Lo saben bien en el MFA que sorprende -gratamente- ver que es habitual que cada cierto tiempo te sorprenda un área de descanso con sillones y sofás. Las cafeterías y restaurantes en torno a las salas aparecen como por arte de magia. Eso sí, integrados.





Me gustó también la información que se ofrece al visitante además del habitual mostrador a la entrada. En el Hall central que distribuye las salas del museo un Samurai estaba disponible para animar e informarnos de la exposición que le dedicaban en las salas de abajo. El departamento de Restauración contaba con una ventana permanente desde la que puedes observar las obras que están tratando, pero además unos paneles te explican el proceso y una pequeña pizarra te informa sobre lo que están haciendo en ese momento. En cartelas del arte contemporáneo incluso te explican los procesos creativos de las obras, las ideas de los comisarios a la hora de montar una exposición,... Así uno se siente más atendido.













Cómo no, el museo además se abre de par en par a los artistas. Era habitual encontrar gente, sola o en grupo, pintando y dibujando, inspirándose en las obras que cuelgas en los muros.







¿Queréis más? Pude pasear por una sala mientras montaban una pequeña exposición que se inauguraba próximanente. Ver al equipo del museo trabajando fue lo que más me gustó.











Por si todo esto era poco, me encanta el sistema de raíles para exponer las obras pictóricas. Evitas agujerar la pared y resultan muy versátiles.

 



Lo único que me dio pena es que no pude ver la gran obra de Gauguin "¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?" porque estaba de préstamo en una exposición sobre el artista hasta Octubre.



¡Espero que sirva para animaros a pasaros por allí cuando tengáis la oportunidad!